miércoles, 17 de julio de 2013

El verbo y la palabra

Al principio fue el verbo,
el alma que escapa,
que rompe sus cadenas
y alza su voz al viento.
Un alma que vuela,
desnuda y libre,
como un rayo de luz,
como agua entre las manos.
Como el aire que escapa entre los dientes.
Como la voz que,
nacida en la garganta,
surgida de la desesperación,
revivida en la revolución,
fluye y ruge,
inmensa, sin mácula,
entre los labios.
Moldeada por la razón a golpes
de silencio e ira.
El verbo que en todos vive.
La voz que acurrucamos y dormimos.
La razón que encadenamos en el pecho.
El corazón que anestesiamos,
que adormecemos,
que enmudecemos
y dejamos encoger
ante la fuerza de la voz de otros.
El cálido manto de la ignorancia
que nos colma de tranquilidad.
La venda que ordena
y guía nuestra impasible mirada.
El verbo que, a fuerza de callar, matamos.
La voz que, a fuerza de tragar, ahogamos.
El futuro que, sin ganas de luchar, olvidamos.
La libertad que, a fuerza de abandonar, entregamos.
Y fue el verbo, como fue la voz del corazón,
quien rompió las cadenas que hoy,
a fuerza de ignorar y consentir,
forjamos y afianzamos.
Advierte la voz que se apaga,
raída y turbia,
y advierte la luz tenue
que busca a escondidas.
Advierte el corazón que calla.
Advierte el alma que el sueño mece.
Advierte.
Procura ser un sueño complaciente.
Procura ser la luz advertida tras las esquinas.
Procura ser tu faro.
Procura ser tu corazón.
Procura ser tu voz.
Procura ser ese verbo que en un principio fuiste.

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