miércoles, 24 de julio de 2013

El fantasma de tu voz

Cuando el fantasma de tu voz avinagre mis dulces silencios.
Cuando cesen los tambores que celebran con quejido el alba.
Cuando apacigüe la sal la sangre de un latir tan violento
Y caiga en el olvido la danza con la que bailé tus aguas,

Volveré a la batalla, espada en mano, escudo raído,
Con la armadura de oro pendiendo de un hilo,
Ese último hilo de vida que rasgué de tu pelo
Y que da aliento al pulmón con tu sólo recuerdo.

Y no es esperanza, sino anhelo, lo que me invade,
Esperanza de no volver a andarme en tus caminos,
El anhelo de la virtud que en tus manos tornó infame,
El deseo que torne mi amarga sangre en dulce vino

Y que alimenten mosquitos, antes que gusanos, de mi cuerpo,
Y que devoren ya mi ser en nombre del infalible tiempo,
Que no es por corazón roto, sino por corazón ennegrecido
Por lo que me encomiendo esta noche a la pena y al olvido.

Y quisiera mil pedazos
Del crepitar de mi pecho,
Pero jugando con los cachos
Volviose mi corazón negro.

Y quisiera valentía
La de hoja al viento blandida.
Y quisiera… Quisiera tantas cosas
Que quisiera en ti perder la vida.

Quisiera el rubor en mis ojos llovido,
El rubor de no echarte de menos,
Pero hace tanto ya que no nos vemos
Que hoy hace tarde de estar contigo.

En frágiles palabras escondida,
Tristes emociones enmascaradas
Que por verse mal abordadas,
Acaban de muerte heridas.

Cartas arriba, juego en la mesa,
Recular hasta morir de envidia.
“¿Quién manejara tanta franqueza?”
Y muere en pudor y vergüenza
La que fue mujer y hoy, niña.



Gonzalo J.

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