Silencio, que hable el alma,
que inunde con su saber
la paz de mi oscuridad,
este hábitat natural
donde esconderse mis fantasmas
de final escrito a la espalda
y una vida entera por derrochar,
revivido en el descanso de la carga
que es el deber y las ganas de luchar.
Porque un buen día
lo puede tener cualquiera
para, cual Ave Fénix,
revivir de las cenizas,
ser una fuente incansable
de amor, paciencia y auto estima,
lanzarse al vacío, con carrerilla,
y a la autopista hacia el hogar,
abstenerse de la mala vida,
y que ayudes, ¡oh, Ángela mía!
a reconstruir con tu saliva
las alas del fuego malheridas
de este tu ángel caído,
compartiendo lágrimas y temores,
sangre, demonios y camino,
penas, vino y sudores,
sólo contigo, vida mía,
Emperatriz de Emperadores.
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