Clamando remontada

Ya no recuerdo ni la entonación
de, cuando siendo pequeño,
recitaba esa canción
que acababa con "Mamá, te quiero".

Y quizá ya se haya olvidado
ese chiquillo disperso de mí
que, entre rachas de risa y llanto,
fue olvidando cómo ser feliz.

Y probablemente también
ya no recuerde nada
que, aun estando a su merced,
no pueda definir con palabras.

Pero así es esta puta vida,
esta vida, más que puta, perra
que, pasando sigilosa y fingida,
me huele a pólvora de guerra,
a una batalla que comienza
con fuego matutino
y cuyo final se encuentra
con el rocío vespertino.

Y aquí me hallo,
plasmando glorias de infancia
en un instante robado
en pos de la ignorancia
que invade mi otra mano,
clamando a la madrugada
por unos cuantos versos escondidos...
Pues nunca quise pasar de 10 años,
y hoy me ganan por goleada
(aun así soy un buen partido).

Gracias a todos los que leen estos versos y, por increíble que me parezca, este mi blog diariamente; también a los que están conmigo desde el principio, allá por 1984, un día tal y como hoy, y los que se han ido agregando poco a poco a mi camino con el objeto de servir de apoyo contra las piedras del pasado, presente y futuro, entre cafés, copas, risas, llantos y lo que trae la marea. Gracias por sobrellevar mis defectos, perdonar mis mentiras (y mis verdades), por aguantar mis malos días, por aceptarme tal y como soy... y por alentar a este incauto fumador con la simple frase "Puedes. Inténtalo" que tantas veces he desoído. Gracias a todos, donde quiera que estéis y donde quiera que vayáis. Sed felices por siempre.