Pasa el tiempo
como el viento pasa.
Paso yo corriendo
mirando a un cielo
que llueve llamas.
Perdí la mirada
donde perdí la inocencia.
Pedí otra vez clemencia
como William Wallace:
en silencio.
Derramé mis penas
donde derramé mis pasos.
Colmé de gotas
todas mis venas...
El agua convirtió en botas
todos mis zapatos,
y volví a colmar de sangre
esta copa de vino.
Volví a derramarme.
¿Qué soy yo,
si no el nexo con mi alma?
¿Quién es Dios,
si no el Diablo con un mal día?
No sé dónde está mi ropa;
la habré perdido con la calma.
Tiré la piedra
y escondí mi boca baldía,
y me hundí por popa
al pisar mi tierra,
pues nunca fui profeta.
Sólo soy una parte
de este inerte teclado;
siento que puedo tocarte
con sólo tocarlo.
Despúes de morir,
no queda nada en ningún lado,
sólo silencio...
silencio y lágrimas,
láminas de un vivir
para, a la postre, escribir
mi epitafio en mil páginas,
en mil lápidas...
enterrado entre luciérnagas.
Este piloto no sabe dónde navega.
Este piloto no se enciende
cuando lo lleva la corriente...
aterrizando de cabeza.
El silencio es la vergüenza
de mis palabras;
la voz es la venganza
de éstas mientras hablas;
y al unísono me repiten:
"Hoy no hables, no grites...
porque te malgastas,
así que... ¡calla!"
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