Ansia, nervio y tensión. Son los tres síntomas de estar fuera de lugar. Ansia por saber qué es lo que pasa; nervio por el hecho de no saberlo; y tensión por el miedo a lo que pueda acontecer. Ansia, nervio y tensión. Ése soy yo en este momento. Esos son los tres hijos del Diablo que me recorren las venas. Esos son los tres caballeros del Apocalipsis que me recuerdan que sigo vivo y que voy a estar despierto para mantener esa condición. Son los fantasmas de ejercicios pasados.
Y me siento lejos. Mi madre solía decir que la Luna nos protege por la noche. Las nubes de mi cabeza ponen la suficiente tierra por medio. No sé si me explico. Estoy más perdido que un gato en una fábrica de sifones. Básicamente, ésa es la idea principal. ¿Perdido de dónde? Ansia, nervio y tensión son malos patrones para viajar solo, pero son los únicos amigos fieles que me puedo llevar a la cara ahora mismo. ¿Dónde están los demás? Perdidos en su corazón, buscando razones para que no lata por quien no debe o lo siga haciendo por quien lo merece. Pero... ¿son los amigos la solución? Ansío conocerme a mí mismo, y no precisar ayuda externa para alcanzar esa meta tan básica que todo hombre persigue y que sólo logra alcanzar aquél que consigue vivir con tensión, pero sin nervios. Ése no soy yo. Es más mi ilusión de ser aquél que mi fiel reflejo. Es más lo que pretendo en mis escritos que lo que veo en el espejo. Es más lo que imagino que lo que soy. Es más una esperanza que una realidad. Es más... cualquier cosa que yo mismo.
¿Qué pasará ahora? Pasará el tiempo y todo seguirá siendo igual. Mañana, quizá, sea otro día. Todos mis caminos van a Roma... al Coliseo, concretamente... Se derrumbó hace siglos.
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