Con tus ojos de azucar
envuelta en agua,
y los labios cortados
por sangre amarga,
tu piel marchita
corre por tu cuerpo,
entre lagrimitas.
Son tus manos tesoro
cuando me tocas,
y es tu voz canto
de sirena y horca.
Dulce locura,
dulce amor que, en tu boca,
guarda mi cuna.
Tu mirada azarosa
sobre mis ojos,
recogiendo los restos
de mis despojos,
me da la vida.
Me das alas y luz
con tu sonrisa.
La mañana se escapa
por mi ventana
y la tardía noche
apaga sus llamas.
No me abandones;
cruza mares de barro
entre algodones.
Los angelitos vuelan
sobre tu cuna,
y tu alma de infante
bajo la Luna
duerme contenta
sabiéndose a salvo
de la tormenta.
Cuando vida y muerte
ya se separen
y sólo quede la suerte
en mis pulgares,
sigue creyendo
que volveré a mi cama
erguido y sereno.
Pero no me llores,
que no es para tanto;
con un ramo de flores
seca tu llanto.
Yo soy ceniza,
y cabalgo por el mundo
sobre tu brisa.
Pobre Dios que se pierde
en el horizonte.
Pobre el Diablo que intente
encontrar su Norte.
Yo busqué tiempo,
y ahora dobla mi espalda
su fuerte viento.
Y no quisiera irme
sin un consejo,
aun sin haber sido Diablo,
ni tampoco viejo:
si sombra te hacen,
utilízala siempre
para cobijarte.
Dedicado a una personita que ha sufrido mucho para cumplir los dos hermosos años que tiene.
Un beso, mi pequeñín. Sigue creciendo sin crecer nunca
envuelta en agua,
y los labios cortados
por sangre amarga,
tu piel marchita
corre por tu cuerpo,
entre lagrimitas.
Son tus manos tesoro
cuando me tocas,
y es tu voz canto
de sirena y horca.
Dulce locura,
dulce amor que, en tu boca,
guarda mi cuna.
Tu mirada azarosa
sobre mis ojos,
recogiendo los restos
de mis despojos,
me da la vida.
Me das alas y luz
con tu sonrisa.
La mañana se escapa
por mi ventana
y la tardía noche
apaga sus llamas.
No me abandones;
cruza mares de barro
entre algodones.
Los angelitos vuelan
sobre tu cuna,
y tu alma de infante
bajo la Luna
duerme contenta
sabiéndose a salvo
de la tormenta.
Cuando vida y muerte
ya se separen
y sólo quede la suerte
en mis pulgares,
sigue creyendo
que volveré a mi cama
erguido y sereno.
Pero no me llores,
que no es para tanto;
con un ramo de flores
seca tu llanto.
Yo soy ceniza,
y cabalgo por el mundo
sobre tu brisa.
Pobre Dios que se pierde
en el horizonte.
Pobre el Diablo que intente
encontrar su Norte.
Yo busqué tiempo,
y ahora dobla mi espalda
su fuerte viento.
Y no quisiera irme
sin un consejo,
aun sin haber sido Diablo,
ni tampoco viejo:
si sombra te hacen,
utilízala siempre
para cobijarte.
Dedicado a una personita que ha sufrido mucho para cumplir los dos hermosos años que tiene.
Un beso, mi pequeñín. Sigue creciendo sin crecer nunca
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