martes, 23 de mayo de 2006

No sé qué es lo que tanto busco y nunca encuentro

Me presento. Soy Gonzalo,
y cuando escribo
pierdo la cabeza.
Juego al póker y a los dados,
no bebo cerveza
y casi siempre pierdo los estribos.
Duermo y sobrevivo,
sobrevivo más que vivo,
y convivo con la certeza
de que moriré en el destino perdido.
Sé más por perro que por viejo,
y casi nunca cuento lo que sé.
Sé que mi alma es un reflejo
de lo que este cuerpo fue alguna vez.
Dije viejo, y lo ratifico.
Mis ojos, más que ver, han sentido,
y cada sentimiento que he omitido
es un clavo con el que me crucifico.
A veces débil, a veces fuerte,
no tengo amor a la vida,
ni tengo miedo a la muerte,
pero sí a morir de forma indebida.
Pero, ¿qué más da?
El valor no sirve de nada...
¿Cómo va a servir de
algo que llega cuando no hace falta?
El valor no quita el frío,
ni da calor, ni llena el plato.
Es miedo inconsciente
que nunca sale barato.
Pero a lo que vamos:
cobarde de actos
y valiente de mente.
Aprendí a rezar de niño,
y nadie preguntó si yo quería.
Me encomendé a un Credo,
a un Padre Nuestro y un Ave María;
pero Dios nunca me dirigió un guiño
y le dejé donde dejé el colegio.
Por aquel entonces,
un gilipollas cualquiera
un imbécil mas que torpe
era el que veía en el espejo.
Pero me sentia libre
como un pez en el agua...
ahogado entre las paredes de su pecera.
No está herido, pero lo finge.
Reales o no, las lágrimas son todas amargas.
Ya hoy, hombre a duras penas.
Curtido a palos en la vida,
con corazón casi de madera...
pero de madera podrida.
¿Y qué será de mí mañana?
Seguro que todo estará del revés;
pero me levantaré de la cama-nido
y sentiré no haber nacido
con alas en los pies.
Y por la noche,
buscaré palabras sin sentido
que den sentido a mis palabras,
sin saber ponerles broche.
Pero sé que poesías como ésta
no me convierten en pensador:
sólo es el dolor
que se manifiesta.

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