¿Cómo ser alguien? ¿Para qué ser alguien? Nacer, vivir y morir; en eso se basa la existencia de todo. Aprender una razón, usar esa razón, y matar o morir por o en manos de esa razón a fuer de no morir por nosotros mismos, de no morir en vano, de no morir antes que nuestro recuerdo, de nuestra voz... Es decir, que nuestro último aliento sea la tinta con la que firmar el pie de página, porque nuestro mayor "miedo" es acabar una biografía con años de vida por delante, no tener una de esas vidas que podrían dejar de escribirse mucho antes de morir.
Pero, ¿cómo? ¿Qué se gana dejando huella una vez muerto? Pensamos tantas veces en ello como veces obviamos que alguien ha hecho o está haciendo lo mismo para que aprovechemos o disfrutemos su legado. Toda la vida hemos estado forjando nuestro cimientos a base de estudiar "huellas" que otros dejaron a nuestro alcance hace muchos años. ¿Y dónde están esas personas ahora? ¿Dónde están Platón, Aristóteles, Shakespeare, Mozart, Martin Luther King, y otros muchos? Muertos. Vana gloria es la que queda tras años de sacrificado trabajo si la recompensa merecida por ello se la disfrutan otros en el mejor de los casos.
Ya no hablo de si hay que ser materialista, o altruista, o capitalista, o mercenario, o nihilista... Se trata del porqué, de por qué una obra póstuma es casi más valiosa y considerada por la humanidad que una "ópera prima".
Son divagaciones, meros pensamientos aislados en un cerebro que alberga ideas inconexas y no sabe cómo parirlas. Pero, según mi juicio, son razonamientos válidos.
Y todo esto venía, ahora lo recuerdo, a cuento de que no sé qué hacer o debería seguir haciendo o dejar de hacer. Siento que en el último año he crecido como persona (algo bastante fácil, puesto que antes me costaba reconocerme a mí mismo como tal), soy algo más maduro, menos temeroso de mí y de otros, y plenamente convencido de que mi próxima elección es la más consistente y más acertada con un 90% de seguridad, y creo que soy capaz de afrontarlo y llevarla a cabo como debiera ser y haber sido desde un principio.
Dicho esto, y sabedor de que, a pesar de que ya no sucumbo bajo mi propio látigo, muchos de mis pensamientos siguen intactos en cuanto a otras personas y otros temas se refiere, razonamientos que hice gracias a mi intuición ciega o por inspiración divina o demoníaca, pero plenamente convencido de que, sin afán de alzarme como gran protagonista, cambiaré mi vida de una vez por todas y me convertiré en la persona que debería ser ahora. Tal vez el día de mañana sea yo el que escriba libros que el mundo lea cuando haya muerto.
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